El último Tren. Primera Parte.

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“Cuando el alma se enturbia y cuando dentro de un laberinto no se encuentra una salida, cuando todo ante nosotros se muestra oscuro, cuando ese estigma de la muerte se convierte en deseo es el momento de la eutanasia, pero nunca del suicidio”
Historia de una Maleta.
Muchos lectores se han quejado cuando después de seguir uno de mis relatos por entregas no he publicado el final, yo siempre les digo que mis historias aún escritas en clave de continuación, cada capítulo es independiente y dejo abierta la posibilidad de colocar un final en la mente de los lectores.
Si en vez de escribir con un moderno ordenador lo hiciera con mi vieja Lexicon, posiblemente aún podría centrarme como se centraban los primeros escritores en una sola novela hasta el final del relato, pero hoy mi forma de escribir es diferente a la de ayer, por poner un solo ejemplo fidedigno que seguro que se entenderá, si el año pasado por estas fechas cuando inicié ese quimérico viaje por el Orinoco en compañía de Vicente Moreno de la Tejera, un viaje alucinante que me hacía crecer de forma literaria con cada nuevo capítulo, si lo hubiera continuado hoy no estaría escribiendo artículos tan interesantes sobre la poesía en lengua inglesa.
Los escritores digitales, generalmente, siempre existe una excepción, pero generalmente nos comportamos ante la escritura de una manera diferente, le damos prioridad al momento y a la interactividad entre los lectores, y a la hora de escribir nos dejamos llevar gentilmente por las corrientes que llegan.
Muchas historias permanecen silentes en mis Works aún por concluir, pero más que por inconstancia lo es por responsabilidad, en la aventura de escribir crecer es siempre mi máxima prioridad, y entre que voy aprendiendo voy contando cosas del pasado, del presente y del porvenir que de forma inmediata comparto con todos los internautas que las quieran leer, unas historias que sirven para informar, para entretener y para inspirar a todos esos autores que transitan por la Web, unas historias que como es hasta lógico, unas están más logradas que otras, pero eso les confiere naturalidad, todas están construidas sin florituras ni artificios, como fueron concebidas entre los pensamientos de los autores se comparten con quienes sorprendidos y maravillados escriben y publican en Internet.
Cómo no quiero dejar más historias a medio durante un tiempo voy a escribir tan solo relatos cortos, de uno, de dos o de tres capítulos, no se puede jamás estar viendo un desfile religioso y al mismo tiempo hacer sonar las campanas del templo, en mi caso, viendo el desfile, tocando las campanas, preparando los santos, arreglando los tronos, preparando el sermón y barriendo y fregando la sala para la liturgia.
Este relato corto está escrito para el Foro de Creación Literaria de Francisco Moreno, habla de fracaso, de desamor, de traición, de olvido y de muerte, pero especialmente habla de ese sentimiento tan infravalorado llamado amistad, y lo voy a intentar hacer, salvando las infinitas distancias, a la manera tan particular de esas historias noveladas que Vicente Moreno de la Tejera escribía como retratos de su época.
Para no hacer el escrito interminable con la extensa introducción lo publicaré en dos capítulos, en mi próxima entrega editaré el final, mientras tanto, todos los lectores pueden poner sus mentes a funcionar e imaginar algún posible final, las posibilidades son siempre…
Infinitas!
* El Último Tren *
Cuando Lola Blanco cerró la puerta pudo sentir cómo todo su mundo se quedaba allí detrás de ella, mientras apretaba el agarrador de la pequeña maleta salió a la calle y con paso decidido echó a andar. Lola miraba las nuevas avenidas y las viejas edificaciones tras sus gafas ahumadas como si fuera una visitante ocasional y volvió a sentir esa antigua sensación de sentirse cómo una extraña entre su gente y en una visitante de su propia ciudad.
Todo había cambiado de repente, su familia, esos que ella consideraba sus amigos y su compañero la habían situado de nuevo ante una terrible verdad que pensó superada y que la sumergía de nuevo en un mundo de soledad, de indefensión, de tristeza y de crueldad, en su mente tan solo dos pensamientos daban vueltas como viajando en una surrealista atracción de feria, acabar con todo de una vez o arrancar toda esa inmundicia de su mente e intentar una vez más volver a comenzar de cero.
-En ésta ocasión de menos cero.
Lola se contestó a si misma cómo si alguien desde su interior organizara sus pensamientos a modo de reflexiva conversación, desde un interior confuso, contradictorio y convulso que la hacía naufragar en mares de ira, en océanos de tristeza, en ríos de pena y en lagunas de lastima, con el corazón yerto de amor, marchito por el odio y roto por la confianza Lola Blanco notó cómo tras sus gafas de sol los ojos se llenaban de lágrimas.
El viejo edificio de la estación de ferrocarril se presentó ante los enrojecidos ojos de Lola tan feo y tan siniestro como la primera vez que lo vio, situada en el tiempo real tan solo por los letreros publicitarios digitales y por la ropa de la gente, miró el horario de los trenes como si esperara a alguien o algún tren para marchar, después, muy cerca del andén sacó un cigarrillo y mientras de forma relajada aspiraba el humo se dispuso a esperar.
El ambiente ferroviario le hizo recordar las veces que había intentado escapar de su infierno personal, por agua y por tierra, el destino era el mismo y le daba siempre igual, pero ese miedo paralizante la obligaba a regresar al punto de partida. Fuerte y herida, vacilante y decidida, Lola dejó la pequeña maleta en el suelo al mismo tiempo que el claxon de un convoy aullaba a lo lejos, Lola Blanco comenzó a moverse por el andén de la estación hacia su objetivo, de repente entre ese mar oscuro de ruidosas sombras alguien familiar surgió de entre la vaporosa niebla, y que mientras la agarraba por ambos brazos, con júbilo y sorpresa le preguntó.
-¿Pero… eres tú? Me dijeron que habías muerto, la incombustible Lola Blanco ante mis atónitos ojos, no me lo puedo creer.
Lola aún estando aturdida reaccionó y reconoció a María, su vieja amiga de instituto, ambas mujeres como si llevaran apenas unos días sin verse se abrazaron y se sentaron en uno de los bancos que habían en hilera por el andén, allí como en los viejos tiempos, las dos amigas profundamente emocionadas por el encuentro siguieron la conversación.
María-. ¿Tan cambiada estoy que no me has reconocido? Yo en cuanto he entrado en el interior de la estación lo primero que he visto ha sido a ti, pero cuando me has mirado y has vuelto la cabeza he pensado que pasabas de mí, he sentido tristeza, pero a estas alturas hija mía ya estoy curada de espíritus ingratos, te he seguido observando y he llegado a la conclusión de que en realidad… entre esas gafas que llevas y lo despistada que has sido siempre, no me habías reconocido, te vi como ese primer día cuando te conocí, rara, triste, pero sobre todo muy perdida, y ha sido en ese momento cuando me he acercado a tí.
Continuará………..
El relato tiene dos versiones diferentes, la publicación final consta de un 50% de ambas versiones, la primera parte corresponde al relato escrito en español, y la parte final corresponde a la versión inglesa, con el objeto de intentar hacer un homenaje a la tragicomedia.
“Existe un tren llamado destino transitando por los sueños, hay valles, laderas y montañas que lo saludan al pasar, túneles oscuros, peligrosos puentes y precipicios que tiene que salvar, un tren sin estaciones y sin pasajeros, en su interior, tan solo viaja el silencio de un EGO y su soledad. Transitando por los raíles del futuro un tren llamado destino circula sin ruido, deslizándose por los sueños hasta esa única estación de peaje llamada final.”
Historia de Una Maleta.
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